Buscadores de oro en Etiopía
Al oeste de Etiopía y en las regiones limítrofes con Sudán y Sudán del Sur se encuentra un gran número de minas de oro; algunas de éstas posiblemente abastecieron al imperio de la Reina de Saba.

Se cree que Etiopía podría ser uno de los grandes depósitos de oro del mundo y desde hace años hay grandes empresas que trabajan en la extracción de este valioso metal. El gobierno etíope concede licencias a empresas mineras que ven en Etiopia un lugar tentador para la minería. Existe, sin embargo, otra realidad en las regiones de Benishangul y Gambela donde la explotación de estas minas de oro, ya no es rentable para las grandes empresas, y se explotan de manera artesanal por las comunidades locales.
Individuos de las etnias Berta, Gumuz, Anuak o incluso Suri, abandonan sus actividades para desplazarse a alguno de estos lugares con el sueño de ponerse a trabajar en alguna de estas minas en condiciones infrahumanas.
Las muertes por accidente están a la orden del día y los trabajadores lo explican sin reparo: La semana pasada dos compañeros quedaron enterrados en un túnel que se derrumbó a pocos metros de aquí, me comentan.
Estos accidentes no suponen freno alguno para el resto de trabajadores que a diario se juegan la vida en la mina por un puñado de birs. Hombres y mujeres de todas las edades se organizan en todos y cada uno de los trabajos a realizar. Los hombres más fuertes son los que descenderán por los hondos agujeros para excavar en la tierra y llenar los depósitos que otros subirán con una polea hasta la superficie. Una vez en la superficie algunos de los más jóvenes batearán la tierra con unos pequeños estanques de agua que previamente han sido llenados, para intentar localizar las pequeñas pepitas de oro.
Una de las tareas importantes es insuflar aire a lo más profundo de estas galerías a través de rudimentarias bombas manuales de aire hechas con retales de plástico.
Una vez acabada la jornada, los buscadores de oro recopilan todo lo encontrado para llevarlo a algunos de los mercados locales donde compradores desplazados de las poblaciones mas cercanas como Asosa, Nekemte o incluso Addis Abeba, les compran el preciado metal.
El proceso de la venta es lento, ya que el comprador querrá secar bien el oro para que éste no tenga nada de humedad. Una vez seco, será pesado en antiguas básculas que funcionan con pequeñas pesas. Pesado el mineral se marcará el precio mediante la negociación entre el vendedor y el comprador.
Ya al anochecer, el buscador de oro que ese día haya tenido suerte marchará a casa a descansar con unos pocos birs más en el bolsillo. Al día siguiente le espera otra dura jornada en la mina.